Por si a alguien le interesaba, estoy escuchando “Estoy aquí” de Shakira y viviéndome ese verso que dice “no puedo entender lo tonta que fui”. Por si les interesa unirse al coro — me encanta cantar en grupo.
ES CUESTIÓN DE TIEEEEEEEMPOOOOO Y FÉEEEEEEE
Me uno a Krystal Jota mandándole un mensaje a aquellos seres de luz que aún no han superado del todo al ex-casi-algo y se están flagelando porque se sienten débiles/que su energía boss bitch está comprometida: yo también. ¿Jangueamos o algo? A esta vaina hay que ponerle frenos…
Tú me entiendes, Krystal
¿Qué rayos será que tienen los casi-algo que son más difíciles de superar que los Exes con E mayúscula y apellido (es decir, “ex-novio”, “ex-marido”, “ex-persona-que-le-perdonaste-las-bicherías-y-en-ocasiones-los-cuernos por tres años”)? Porque, yo no sé ustedes, pero yo llevo rato en un subibaja de “Mano, la verdad es que me ahorré tremendo rollo” y “Pero es que nos llevábamos tan bien y teníamos tantas cosas en común y eS tAn liNdO…”
No ha ayudado que después de la ruptura con el Ex (el del apellido y los tres años), me transformé como por alquimia en una persona completamente diferente a la que había sido desde que me gradué de universidad, y cada vez que salía de mi apartamento en Brooklyn al frío del otoño (antes, mi temporada favorita), se me amargaba la puta existencia. Todo el mundo sabe que los tostones no se ponen en la nevera porque se pasman.
*Aclaro que ya estoy otra vez en el calor, como Atabey manda*
El Ex Apellido hasta se me olvidó cuando estaba escribiendo la analogía de los tostones. El fokin ex-casi-algo casi nunca se me olvida. No es por indiferencia, como se ha caído de culo el Ex diciendo, sino porque al Ex lo fui llorando a través de la relación, que llevaba tiempo muriendo lentamente como gallina de palo en medio de la carretera y eventualmente se fue completamente a pique (y al final explotó como político corrupto confrontado con la verdad de sus actos — un cuento para otro momento). Al Ex Apellido tuve tiempo de verle todos los lados oscuros. Al ex-casi-algo, tan solo unas banderitas rojas que se veían de lo más rosaditas detrás de esos lentes que soy tan buena poniéndome.
No pasa nada — esto no es una casa de gente perfecta. Vamos a ponernos a pensar en cómo vamos a superar a los casi-algos — el tuyo y el mío. A nivel intelectual, ya sabemos que no están para nosotres; entonces, ¿qué falta?
Esas cosas que sentimos en los buenos momentos — la compatibilidad, la alegría, el cariño, la sensación de pertenecer, la sensación de que nos entiendan (y de entender)... — son cosas que hace tiempo que nos hacen falta y, por la razón que sea, no nos hemos podido suplir. Estábamos muertes de sed y nos pusieron café delante. Sabíamos que nos íbamos a deshidratar si nos lo tomábamos, pero quisimos arriesgarnos a ver si de casualidad estábamos alucinando y la taza de café era en realidad aguita con tamarindo.
Y ahora aquí estamos. Deshidratades y sin la taza de café. Sorpresa.
El focboi de los cafés . O sea, míralo.
Aquí hay que hacer un brainstorming URGENTE de qué es exactamente lo que extrañamos a nivel fundamental de la taza de café, para ver cómo nos lo podemos suplir de formas sanas. Mientras más nombres le pongamos a las cosas que extrañamos, mejor conocemos el hueco emocional y más claro tendremos nuestro plan de ataque para llenarlo. Empieza el laboratorio de hoy. Yo empiezo con las mías y quien quiera puede comentar o escribirme al dm en instagram las suyas.
Vainas que le veneré al ex-casi-algo que ahora me toca buscar sin la ayuda de una pseudo-pareja (o sea, sola):
Mi idioma y el conocimiento cercano de mi latinidad. Todes les que han vivido fuera de sus países natales saben de qué estoy hablando. Luego de tres años con una persona que no hablaba español, conocí a alguien que entendía mis expresiones y mis referencias a las letras del conejo. Decretado que no puedo volver a salir con alguien que no hable español y no tenga al menos algún conocimiento de mi cultura. Decretado también que necesito un break de Gringolandia. Decretado además que mi relación con mi cultura para mí no es negociable y me toca cultivarla con amor y esmero por mi cuenta.
Cariño puesto en palabras. Esos fokin textos de por la mañana son adictivos. Y si además me dices “hermosa” cada que me diriges la palabra, pues eso y darme una bebida de energía más un antidepresivo es lo mismo. Las palabras nunca dejarán de ser importantes para mí, por más que trate de convencerme a mí misma que los piropos (con consentimiento) son una frivolidad. Soy escritora. Breguen.
Afecto físico. Los abrazos están ahí ahí con las tres comidas al día para mí en cuanto a su importancia en mi salud. Atrás para siempre, muñecos de nieve y lords ingleses.
Conversaciones profundas. O, bueno, con un mínimo requerido de profundidad e intención. Me valen huevo las conversaciones sobre qué hizo el vecino ayer. La alternativa es lanzarme directo a lo hondo como chamaquita de diez años en un pool pari y ver quiénes me siguen el rollo. Por mi cuenta: permitirme tener la perspectiva del mundo que naturalmente tengo (que con frecuencia me hago las preguntas trascendentales y le veo el matiz poético hasta a los trastes en el fregadero), sin avergonzarme de quién soy.
El balance perfecto de salidas y sesiones de vegetar. Esto varía para cada cual, y para mí, muta, dependiendo de la vida, del clima y de las fases de la luna. Pero esa compatibilidad de querer trotar mundo un día y ver Netflix acurrucados el otro, más o menos en las mismas olas, es la puta hostia. A ver cómo traduce eso conmigo misma — ¿será que me toca escucharme mejor y honrar las pausas de vianda vs. los impulsos de trotamundos a medida que van surgiendo?
Okei. Por aquí empiezo yo. A ver si nos damos sugerencias entre nosotres y salimos de ésta en clan.
Que no se te olvide jamás el partidazo que eres, corazón de melón.
Con cariño,
Patri Calderón de la Saga
Me encanta.